Historia de un romance

Buenos días señores. En el otro foro, en TM, sólamente tengo un post que considero mío de verdad. No sólo porque lo abriera yo, sino porque cuenta cosas muy personales de mi vida, concrétamente de mi vida sentimental. Supongo que algunos de vosotros ya lo conocereis, pero lo quiero publicar aqui para que esté presente en La Nueva Taberna, y para que podais conocerme un poco mejor. Está contado a modod de historieta, pero absolutamente todo es real, escrito diréctamente desde mi corazón. Espero que os guste...

- PRÓLOGO -

Pocas cosas hacen sentir mejor que un cálido tacto en las noches de invierno mientras se intenta conciliar el sueño. Pequeños detalles como un beso robado o un comentario chisposo. Ella los tiene todos. Su cara perezosa en los primeros segundos de cada día o el peso de sus piernas sobre mis rodillas. Observar su gesto mientras duerme y pensar que no me cambiaría por nadie más. La dulce mirada que te regala instantes antes de darte un tierno beso y hacerte comprender que eres su fiel compañero… Dios, si tengo que morir, que sea en uno de esos momentos.

- UN ANTES Y UN DESPUÉS -

Ella entró por la puerta sin llamar la atención, o por lo menos eso pareció. Allí estábamos todos, en un bar de mala muerte bebiendo cerveza hasta saciarnos. Desde la otra punta de la larga mesa la vi entrar, saludar tímidamente y sentarse entre la gente. Unos segundos de sobresalto para después volver a lo mismo: la cerveza. Pasó un largo rato hasta que sucedió algo que cambiaría mi vida para siempre.

En aquellas fechas yo era un estudiante que se había cambiado de especialidad en la facultad, lo que conlleva un completo cambio de ambiente y de compañeros. El curso acababa de empezar y yo apenas conocía a nadie. Ese fue el motivo por el que decidí acudir a aquella fiesta, el integrarme en el grupo. Bueno, ese y que sabía que ella también iría. Nunca había hablado con ella. Tampoco era la típica chica que llama la atención allá por donde va. Sin embargo, algo me decía que tenía que conocerla y yo no sabía muy bien por qué.

Se levantó de su asiento, cruzó el bar hacia mi punto de la mesa y se sentó a mi lado disimulando. Aún no se cómo empezamos a hablar, pero surgieron dos importantes temas por encima de los demás:

1. Ella era seguidora del Barcelona, yo madridista.
2. Ella tenía novio.

Esta chica superaba mis expectativas. Su forma de mirar me hacía sentir seguro y tenía una conversación que resultaba divertida, natural y agradable. Por alguna razón que aún hoy en día desconozco, estaba muy ligado a ella, y sólo habíamos hablado unos minutos. Algo se iluminó dentro de mí. La noche iba a ser más interesante de lo esperado, ya lo estaba siendo.

Lo cierto es que durante el resto de la noche no ocurrió nada que mereciera la pena ser contado. Un par de copas más, algunos bailes, conversaciones banales, y a casa. Nos despedimos como dos compañeros que, ahora si, se conocían más que de vista, y durante un solitario viaje en el metro de madrugada, mi cabeza sólo pensaba en una cosa, un solo sentimiento, casi una obsesión: tenía que conocer más a aquella chica, mucho más. Todo lo demás no importaba. Loco de mi, no era consciente de dónde me estaba metiendo…

- EL HECHIZO -

Siempre he pensado que los mejores planes son los que no se preparan, aquellos que no te esperas. Una mañana de finales de diciembre me desperté como cada día y me acosté con un enorme lío en mi cabeza. Dos sentimientos de lo más opuestos me llegaron sin verlos venir.

Habían transcurrido dos meses aproximadamente desde que hablamos por primera vez, y durante ese tiempo habíamos empezado a conocernos, a ser buenos compañeros. Gracias a ella ir a clase se hacía menos duro, y darle los buenos días cada mañana una pequeña dosis de bienestar. En ese tiempo descubrí lo que más me gustaba de ella: a su lado yo era una persona mejor, crecía mi autoestima. En el fondo de todo esto yo me sentía cada vez peor porque cada día avanzaba algo que yo creía que no tendría final. O por lo menos no uno feliz, y cuanto más tiempo pasaba, más difícil de parar era.

A final de año se celebraba en la universidad la famosa “champanada”, que consistía en miles de personas reunidas en un parque bebiendo y pasando frío. Allí acudimos un pequeño grupo de unas ocho personas, entre las que nos encontrábamos ella y yo. El día pronto iba a mejorar, ya que sería la primera vez que estaríamos muchas horas seguidas haciendo y hablando de cosas que no tenían nada que ver con la universidad, y lo más determinante de todo, el alcohol estaba por medio. Yo ya sabía, aunque no quería reconocerlo, que aquella chica me gustaba, pero ese día descubrí cosas nuevas, todas ellas maravillosas. El tacto de su pálida piel, de sus manos, el que te regale una sonrisa mientras te mira a los ojos…Era como si nos conociéramos desde siempre. También me di cuenta de algo que en aquel tiempo me parecía de locos: ella me miraba de una forma diferente a los demás, y se reía más conmigo que con otras personas. Empecé a pensar que el sentimiento de bienestar era recíproco.

Pasaron las horas sin que nos diéramos cuenta y llegó la noche. Según mis planes iniciales yo debería haberme ido a casa y la historia acabaría aquí. Pero los planes habían cambiado. De hecho, yo pensaba en todo menos en mis planes. Entramos en un bar, luego en otro, y en varios más. Durante ese tiempo hubo gente que se nos unió y muchos otros que se despidieron. Sin embargo nosotros nos mantuvimos, y siempre juntos. Hablábamos mucho, de muchos temas, y no parábamos de reír y de beber. Tenía la sensación de que podía estar hablando con ella días y días. También fuimos a bailar, y allí di mi mayor exhibición de desvergüenza y de poco sentido del ridículo. Mis dotes de baile dejan mucho que desear, pero tan eufórico estaba que no me daba cuenta de que estaba moviendo mi cuerpo más de lo deseado, probablemente sin ritmo ninguno. Yo no lo sabía, pero en ese momento ya había traspasado la línea, la famosa línea de la que difícilmente hay vuelta atrás, la que cualquier hombre procura evitar: me estaba enamorando.

El final de la noche fue como si Dios quisiera cebarse conmigo y mis pobres sentimientos, porque todo lo que había ocurrido hasta ese momento no fue nada comparado con lo que estaba apunto de pasar. Totalmente borrachos nos paramos a descansar en el banco de un parque junto a otros dos compañeros de clase. Sin que yo pudiera controlar nada de lo que estaba pasando, aquella niña que me estaba desmontando la vida apoyó su cabeza sobre mis rodillas y se durmió. Yo, dándole gracias al cielo por aquel momento y totalmente fuera de control, comencé a acariciarle suavemente el liso y oscuro cabello que le rodeaba la oreja. Con mucha lentitud, una vez, y otra, y otra más. El tiempo se había detenido y la calle estaba desierta para mis ojos hipnotizados. Ella abrió sus ojos pero no se movió ni un milímetro. Mi mano se encontró con su mejilla, su oreja, su cuello. Ella sonrió. Mi alma se estremeció. Puedo hacer todo lo posible por retratar aquel momento, pero nunca habrá palabras para explicar lo que yo sentía.

Al terminar el hechizo todos actuamos como si no hubiera pasado nada. El tiempo volvió a correr y la gente reapareció. El día había finalizado, no había más que se le pudiera pedir. Una vez más me encontré sólo en un vagón del tren camino a mi casa, escuchando una música que me ayudaba a revivir los maravillosos momentos junto a ella. Mientras escuchaba la tranquila melodía supe con certeza que ella era la elegida, la chica de mis sueños, la que tanto tiempo había estado esperando. También supe otra cosa: estaba metido de lleno en la mayor batalla de mi vida, una batalla que no sabía si se podía ganar. Estaba increíblemente feliz. Completamente aterrado.

- TORMENTA Y CALMA -

Allí me encontraba yo, sólo ante el peligro. Era el momento de la verdad, en el que todo se decidiría y todo quedaría aclarado de una vez por todas. Era vivir o morir. Han pasado ya muchos meses desde aquel día y aún puedo ver a ese muchacho temblando aterrado al borde del fracaso más absoluto. Sinceramente, creo que nunca lo he pasado tan mal como aquella vez.

Los días que siguieron a “la champanada” no fueron nada fáciles. Aquella mocosa de rasgos marcados propios de una elfa de los mundos de Tolkien, se había metido en mi cabeza y había decidido no salir. Siempre fue una cabezota. Lentamente llegó el nuevo año y con él los primeros días de enero. Procurar no pensar en ella era misión imposible. Las clases se reanudaron, así como los “buenos días”, las miradas disimuladas, los acercamientos forzados y sobre todo, las dudas y los dilemas. Pronto empecé a perder el apetito y a no poder dormir. Mi vida, que dos meses atrás era tranquila y normal, se estaba convirtiendo en una peligrosa pesadilla. Obviamente la salud es lo primero, por lo que decidí terminar con el problema. Sólo había una forma y sabía muy bien cuál era. Sería sencillo, o eso creía.

Lo tenía todo preparado, no había margen de error. Había elegido el momento, el lugar y la hora exacta. Sería un lunes después de la hora de comer, en la entrada lateral de la universidad, donde nadie molestaría. El domingo anterior, en un ataque importante de decisión, hablé con ella a través de Internet y le intenté explicar de la manera más despreocupada posible que tenía que hablar con ella urgentemente. Ya estaba hecho y no habría remedio, el día siguiente sería un día muy importante. Al acabar aquella conversación me senté en mi sofá para ver el partido de mi equipo de fútbol. El Real Madrid ganó haciendo buen fútbol a pesar de su mala racha en los partidos anteriores, y dos jóvenes jugadores argentinos debutaban y lo hacían francamente bien. Es curioso, pero en escasos minutos todo estaba cambiando, las cosas invirtieron el rumbo. Unos meses después me di cuenta de que esos minutos supusieron un punto de inflexión en la historia. Como ejemplo, el Madrid acabó ganando la liga. A la mañana siguiente me desperté con fuerzas renovadas. Salí de casa camino del metro con una autoestima y una confianza brutales. “Hoy es el día”, me decía a mi mismo.

Durante toda la mañana no presté atención a nada de lo que ocurría a mi alrededor. Mi cabeza sólo tenía un pensamiento. Mentalmente repetí cientos de veces las palabras mágicas. También imaginé todas las posibles respuestas y finales. Todo estaba planeado. El día acabaría mejor o peor, pero una cosa era clara: aquella noche dormiría plácidamente.

Y el momento llegó. Allí estaba yo, delante de la mujer de mi vida dispuesto a sincerar todos mis sentimientos sin reservas. Lógicamente yo tenía la sensación de que ella se olía algo debido a la sospechosa conversación del día anterior. No me importaba, pronto terminaría todo. Y fue entonces, frente a esos ojos atentos y redondos, cuando me bloqueé. Fue como si de pronto pudiera verme a mi mismo desde el exterior de mi cuerpo. Compadeciéndome pude ver cómo ninguna palabra salía de la boca de aquel pobre muchacho. Ella le miraba con impaciencia y pena. El valiente guerrero empezó a temblar antes de lanzarse al vacío y balbuceando comenzó a decir:

-“Mira, tu ya sabes que me caes muy bien”.
-“Sí”, respondió ella comprendiendo del todo lo que estaba a punto de suceder.
-“Desde que te conozco siento que estamos muy a gusto juntos…”, el seguía con los rodeos mientras su implacable oponente afirmaba con la cabeza.

El miedo se apoderó de él, empezando a presentir cómo
terminaría la escena. El aire le fallaba y ninguna palabra salió de su boca durante segundos. Se sentía débil y al borde del mareo. Miro hacia ambos lados en busca de una ayuda que, obviamente, no iba a aparecer. - “Venga tranquilo, dímelo, no te preocupes…”. Ayudado ahora por su rival se armó de coraje una vez más y se animó a si mismo pensando: - “Vamos coño, tu puedes hacerlo… son sólo unas palabras…ya no hay vuelta atrás… ¡Sé un hombre!”.

Así que el pobre chico se armó de valor de nuevo y lo soltó todo sin poder evitar, eso sí, una voz temblorosa, lenta y entrecortada. Por suerte, la conversación duró poco. Se podría resumir fácilmente con frases como “ya se que tienes novio…”, “me estas empezando a gustar…”, “estoy muy a gusto contigo, pero es que tengo novio…”, “creo que no me has entendido, me gustas mucho…” o “si, te he entendido, pero no puede ser, tengo novio…”. Nunca en mi vida había hecho semejante declaración a nadie, pero lo que sentí después fue digno de experimentar. Volví a mi ser de nuevo, a controlar mi cuerpo. Los primeros segundos me sentí relajado y muy satisfecho. El resultado era lo de menos, lo importante era que había hecho lo correcto, lo mejor para mí y mi situación. Ya no me comería más la cabeza y mi vida volvería a la normalidad. Sin embargo, unos minutos después pasado el entusiasmo y la tensión del momento, me hundí en un abismo. Cometí el error de analizar la situación fríamente, y me di cuenta de que la esperanza, el motor de mi alegría y la motivación de levantarme cada día de la semana se habían esfumado. Por unos instantes me sentí vacío.

Mi estado de ánimo pronto mejoró, y al llegar la noche me sentía como nuevo. Empezando de cero, eso si, pero aliviado. Había hecho algo honrado y lo había hecho bien, con la cabeza bien alta y siempre con el corazón en la mano. A cambio recibí el castigo que en el fondo ya esperaba desde un principio, pero nunca me arrepentí de nada de lo que hice aquel día. Después de aquello sólo había dos opciones: seguir la relación de amistad ahora incluso más afianzada que antes, o sacarla de mi vida y olvidarla para siempre con el fin de evitar volver a esa droga que poco a poco me estaba destrozando. Mi cabeza quería esto último, pero no mi corazón.

- UN CONSEJO DIFICIL -

Después de aquel día tan extraño nuestras vidas siguieron como si nada hubiera ocurrido. Lo cierto es que para mi fue bastante fácil desconectar de todo. Para empezar, pronto comenzó la época de exámenes, lo que conlleva un aislamiento casi completo del mundo exterior y que tuvo bastante éxito. Además, por si eso no fuera de poca ayuda, mis compañeros de mi anterior licenciatura habían organizado un viaje de fin de carrera al Caribe. Era la oportunidad perfecta para agarrarme a otras experiencias, otras motivaciones. Olvidarme de ella en definitiva. La verdad es que los primeros días de aquel viaje lo conseguí. Fueron unos días estupendos, una recompensa por el sufrimiento de las últimas semanas.

Quedando pocos días para la vuelta cometí un pequeño desliz. En uno de esos momentos playeros de resaca en los que todo el mundo dormía en sus toallas, decidí matar el tiempo conectándome a Internet en uno de los ordenadores del hotel, con la “mala suerte” de que mi chica preferida estaba conectada también. Hacía muchos días que no sabíamos nada el uno del otro, así que a los dos nos hizo mucha ilusión la conversación. Como resultado, el resto de los días del viaje los pasé con ella en mi cabeza de nuevo, y por si fuera poco tuve el detalle de comprarle un pequeño regalito de La Habana.

A mi vuelta pocas cosas relevantes ocurrieron durante algunas semanas, salvo por el hecho de que mi corazón estaba ganando a mi cerebro por goleada. Si Cuba no pudo hacerme olvidar, nada lo haría, lo tuve que asumir. Pasaron los días hasta que algo completamente inesperado sucedió, provocando un fuerte dilema moral en mi interior.

Por aquella época éramos ya tan “amigos” que nos contábamos casi todo, incluso los problemas más íntimos. El destino quiso que la relación con su novio se enfriara, provocándome una extraña sensación. Por una parte la esperanza me invadió de nuevo, más que nunca. Sin embargo no me sentía bien, ya que la persona a la que yo quería y admiraba estaba pasando por una etapa triste, no podía alegrarme de aquello. Además, me negaba a formar parte del motivo de una crisis como aquella, por lo que intenté mantenerme lo más al margen posible.
No fueron unos días fáciles para mí. Cuanto más se enturbiaba esa relación, cuanto más cerca estaba yo de mi objetivo, peor me sentía. Una cosa tenía clara: no sería el responsable de una ruptura por infidelidad. Si la relación con su novio tenía que acabar y empezar una conmigo, sería cumpliendo las normas. Lo peor de todo era cuando me pedía consejo, aun sabiendo muy bien lo que yo quería. Las palabras que salían de mi boca eran lo más diplomáticas posibles, pero siempre sinceras. Obviamente no la animé para que siguiera con él, más aún cuando ella era la primera que, día tras día, se autoconvencía de que lo mejor era cortar por lo sano. Mi consejo fue simplemente que escuchara a su corazón, por mucho que doliera el resultado. Y ahí estaba yo, en medio de toda esta historia, sin saber muy bien que hacer.

Finalmente todo trascurrió como se esperaba. En unos días todo el escenario había cambiado. El objetivo de mi vida, mi mayor batalla, estaba ahora al alcance, libre. Mi corazón estaba a punto de estallar de júbilo riéndose de mi razón, que una vez más había salido derrotada. Por lo demás, mi pequeña estuvo unos días hundida, y yo…la verdad es que no sabría explicar como estaba yo. Me encontraba a un sólo paso del triunfo, en el umbral de la victoria, y aun así no podía dejar de pensar en ella, su preocupación y su desolación. Me llevó mi tiempo convencerme a mi mismo de que yo no tenía la culpa de nada, estaba intranquilo. Ambos estados de ánimo, tanto el suyo como el mío, cambiarían drásticamente justo dos semanas después.

- REGRESO EN TREN -

Dicen que la vida no se mide por inhalaciones, sino por los momentos que te dejan sin respiración. Abro los ojos y me siento relajado, en paz. Miro por la ventanilla del metro y ya es de día. No me suena el paisaje que veo, por lo que deduzco que me he pasado mi estación, y me da miedo mirar el reloj para comprobar la hora que es. Salgo al andén en la siguiente parada, comprobando que no estoy tan lejos de casa. Estoy despeinado y descamisado. El sol brilla con fuerza y me ofende al salir. Me tomo unos segundos para mirar a mi alrededor y descubro que algo ha cambiado. No, todo ha cambiado. Mi mundo, mi vida, es completamente diferente. Acabo de experimentar el mayor momento sin aire de mi vida.

Una tarde de viernes llegué a casa más tarde de lo normal, y después de comer rápidamente me tumbé en mi cama con el propósito de dormir un poco. No pude. Estaba intranquilo. El destino se había inventado una gran fiesta aquella noche, justo en el momento adecuado. No paraba de intentar autoconvencerme de que aquella fiesta sería una más y no pasaría nada excepcional, no quería torturarme de nuevo. Pero la verdad es que durante toda la semana anterior tanto ella como yo habíamos creado muchas expectativas en torno a la fiesta, algo bastante extraño ya que no tenía pinta de ser una fiesta fuera de lo común. Salté de la cama desesperado y me conecté a Internet. Allí estaba ella. Puede que fueran imaginaciones mías, pero mientras hablaba con ella tuve la sensación de que algo pasaría esa noche. Era como estar viviendo en una de esas películas románticas en las que desde el principio se sabe que van a acabar bien.

Y la fiesta empezó. Antes de entrar en la discoteca nos reunimos todos en una zona al aire libre donde podíamos beber, comer, contar chistes...en definitiva, pasarlo bien. El ambiente era el idóneo, el cielo de mayo estaba completamente despejado y la temperatura no podía ser más agradable. Como merecía la ocasión, me vestí con mi mejor camisa, aquella camisa que solamente me ponía en ocasiones muy especiales. Sin embargo fui superado en todos los sentidos. Minutos antes, un amigo de clase y yo nos encontrábamos esperando a mi princesa en la estación de autobuses. Cuando la vi bajar por las escaleras me di cuenta de que aquella noche no tendría el control sobre nada. El tiempo corría muy lentamente, y mientras se iba acercando a mí, me decía a mi mismo que nunca había visto nada tan bonito en mi vida. Vestía un alegre vestido amarillo con grandes lunares negros. De su perfecto cuello tallado colgaba un discreto collar negro, y su cara brillaba como la luz de la esperanza. Mientras le daba dos besos en la mejilla tuve que esforzarme en contener el temblor de mis piernas, debido posiblemente a la mezcla de miedo y emoción.

Todo el grupo estamos allí sentados pasándolo bien, tú a mi izquierda y mi botella delante. Mientras el alcohol empezaba a hacer efecto en mis sentidos me da por pensar que esa noche sería muy dura, y que si quiero que pase algo tendré que volver a trabajarme aquel discurso que me dejó destrozado semanas atrás. Giro mi cabeza a mi izquierda, te miro, y pienso que esta vez no seré capaz, no tengo fuerzas para librar tal batalla de nuevo. Me devuelves la mirada, sonríes y me coges la mano como a un niño pequeño que debes proteger. El tiempo corre y nuestras manos se mantienen unidas. Se separan momentáneamente para volverse a unir, cada vez con más fuerza. Te vuelvo a mirar, esta vez con los ojos rendidos, y al girar la cabeza de nuevo te inclinas suavemente sobre mí y me das un tímido beso en la mejilla. Un beso que me empapa de pasión, ternura y paz, mucha paz. Tras tomarme unos instantes de asimilación decido devolvértelo sin saber muy bien lo que hago. La noche transcurre y cada vez estamos más cerca el uno del otro, tenemos poco que esconder, hemos enseñado todas nuestras cartas. Todo el mundo se pone en pie dispuesto a entrar en la sala y nosotros les imitamos. Nos dirigimos hacia la cola de entrada cuando de repente me percato de que no hay nadie a nuestro alrededor, o al menos eso me parece. Nos rodeamos con los brazos mientras seguimos caminando, sin mediar palabra, no hay nada más que decir. Y entonces ocurre. Sin nada que perder giro la cabeza, cierro los ojos y compruebo que tú haces lo mismo. Nuestros labios, nuestros corazones, por fin juntos. Unos pocos segundos de pasión que nunca olvidaré, que nadie me podrá quitar jamás. Me das tu último aliento y mis ojos se empañan. Miro a mi alrededor y compruebo que se ha formado una larga fila de gente que entretenida, observan nuestro primer beso. Al entrar en la sala por fin podemos actuar sin disimulos y sin contenciones. Actuamos por instinto y con el alma en la mano, beso tras beso y caricia tras caricia. A veces las cosas ocurren de la manera más fácil, simplemente porque así es como debe ser.

Ya de madrugada me encuentro tirado en un asiento del metro, pero ya no escucho ninguna música para acordarme de ti. Llevo tu perfume en mi ropa y tu sabor aún perdura en mis labios. Simplemente cierro los ojos mientras termina la mejor noche de mi vida. Si los milagros existen, aquella noche tú fuiste el mío.

- UNA NUEVA ETAPA -

Desde el primer día, nuestra relación nunca fue una relación normal. Habíamos decidido empezar poco a poco, con pies de plomo y asegurándonos de que nada saldría mal, teníamos todo el tiempo del mundo para conocernos y para disfrutar de nuestros momentos. Todo esto es fácil decirlo, pero nada más lejos de la realidad, sobre todo cuando compartes clase día a día.

Todavía recuerdo el primer día de clase después de nuestra primera noche. Yo me sentía como un perro en celo y me moría por agarrarte por la cintura y sorprenderte con un beso que no olvidarías en todo el día. Sin embargo, nos conformamos con intercambiarnos miradas sin parar, unas miradas que quitarían el aliento a cualquiera. En aquella época me veía a mi mismo como un chiquillo adolescente que estaba descubriendo sensaciones. Ahora pienso en aquellos momentos y no me puedo creer lo afortunado que soy por guardarlos en mi memoria. Pienso en todo esto y me viene a la cabeza la imagen de tus profundos ojos besándome con la mirada, haciéndome saber que me querías. Esa es una imagen que nunca se borrará, y me entran escalofríos sólo de pensarlo.

Poco después, cuando apenas habíamos empezado a disfrutar de nuestros momentos de intimidad, empezó la época de exámenes, lo que significaba un mes viéndonos escasamente un momento a la semana. Aunque ahora parezca una tontería, aquella etapa fue dura por no poder verte, pero me hizo conocer lo mucho que te echaba de menos, o lo que es lo mismo, lo muchísimo que ya te quería. Durante esos días empezó una nueva etapa de nuestra relación: las conversaciones telefónicas, por ordenador y las web-cam. A ninguno de los dos nos ha gustado nunca hablar por teléfono, pero al final siempre nos quedábamos hablando de cosas absurdas, aunque ya no tuviéramos nada más que contarnos. Escuchar tu voz al otro lado del aparato era el mejor momento del día. Lo de la web-cam era algo increíble. Recuerdo lo feliz que me metía en la cama por las noches después de haber visto tu carita en esa pequeña ventana cuadrada en la esquina de mi monitor. Siempre te ha bastado muy poco para hacerme feliz.

Por suerte pronto terminaron los malditos exámenes y empezó el verano. Durante el verano, debido a que vivíamos en ciudades distintas, nos veíamos bastante menos. Pero todo tiene una parte buena, y esta era que cada vez que nos veíamos, cada vez que compartíamos un día, era muy especial. Recuerdo con todo detalle el primer día que fui a tu ciudad a pasar el fin de semana. Apenas llevábamos dos meses juntos y ya me estabas enseñando tu casa, tu ciudad, y presentando a tus padres. Todo fue perfecto. Los rayos de sol de aquel calurosísimo día se pegaban a nuestra piel mientras paseábamos por las calles de tu ciudad, o mientras nos comíamos a besos tumbados en la fresca hierba de un bonito parque. Me sentía como en un sueño, como en una perfecta fantasía. Estaba en el paraíso contigo. Estaba en el paraíso por estar contigo. No quería despertar nunca. Como siempre que disfrutas todo tanto, el día pasó rápido como un rayo. Aún nos puedo ver tumbados en tu sofá viendo una película, riéndonos, acariciándonos y besándonos hasta las tantas de la madrugada. Aquella fue la primera noche que dormí a tu lado. Cerré los ojos sintiendo cada soplo de tu boca contra mi cuello y cada inhalación de tu perfume que salía de tu melena. Tus brazos rodeaban mi pecho y yo sentía que me iba a morir de amor.

Esa noche no dormí mucho, supongo que por la emoción. Desperté y me di cuenta de lo temprano que era, a pesar de que ya asomaban los primeros rayos de sol a través de la persiana. No me levanté de la cama. Estuve varios minutos observando tu cara mientras dormías, pensando en todo lo que había sufrido por alcanzar ese momento, todo lo que había tenido que luchar. Sin duda mereció la pena. Hubiera esperado una eternidad a cambio de vivir ese día. El verano pasó y llegó el otoño, y después el invierno. Vivimos muchos días inolvidables juntos, muchísimas experiencias. No me arrepiento de ninguno de ellos, ya que todos y cada uno contribuyeron a moldear nuestra relación, a hacerla más fuerte. Todos ellos tuvieron una cosa en común. Siempre viví cada día a tu lado como si fuera el último, como si estuviera en un dulce sueño del que tarde o temprano tendría que despertar. Supongo que tardé en creerme lo que estaba viviendo. Tardé en creerme que estaba compartiendo mi vida con la mujer más maravillosa que podía imaginar.

- UNA NOCHE MÁS -

Aquel era día de concierto. Un fin de semana normal de mayo tocaba un grupo del cual unos meses antes yo conocía poco más que el nombre, y sin embargo llevaba esperándolo ansioso durante varios días. Resulta que el grupo en cuestión era tu favorito, y aquel día los verías en directo por primera vez en tu vida. Te sabías prácticamente todas las canciones, y las que no te sabías las aprendiste la semana antes del concierto. Técnicamente, para ti sería una noche muy especial, mientras que para mí una noche más.

Visto desde fuera aquel día no tuvo nada que no tuvieran los demás. Desde luego nada que mereciera la pena escribir sobre él. La noche no era especialmente agradable, tuvimos que andar aproximadamente media hora hasta llegar al sitio a través de naves industriales y la calle estaba desierta, como si se tratara de un oscuro día de invierno.

Visto desde dentro, nada que ver. Yo apenas conocía cuatro canciones. Tú no paraste de cantar, gritar y saltar. Yo te miraba a los ojos y te cogía de la mano mientras escuchaba los temas. Sonriendo, me devolvías la mirada. Un inesperado escalofrío recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Así, supe que ese momento era especial.

Desde el primer día me dije a mi mismo que haría lo que fuera por hacerte feliz. Siempre he pensado que era una frase muy peliculera, un tópico más. Esa noche demostró que no es cierto. No recuerdo la vuelta a casa. Sólo se que me dolían los pies, estaba tan afónico que a mi garganta le costaba pronunciar palabra y tenía un sueño de muerte. Había pasado las últimas horas escuchando a un grupo que meses antes apenas conocía, rodeado de gente saltando y gritando sin parar, como locos. ¿Que cómo me sentía? Pocas veces me he sentido mejor conmigo mismo…

- CAMBIOS -

Ilusión. Es la palabra clave. Puedes tenerlo y saberlo todo, pero si te falta la ilusión jamás estarás completamente pleno. Antes de conocerte, hace unos años, se podía decir que era una persona feliz. Nunca me ha faltado de nada, tenía amigos dispuestos a hacer cualquier cosa por mí y una familia insuperable. Siempre se me ha dado bien estudiar, por lo que ese tema no suponía ningún problema. A simple vista mi vida era perfecta, y eso creía yo por aquel entonces. Sin embargo, ahora me doy cuenta de que me faltaba algo, algo muy importante. Me faltabas tú, la pieza más importante de mi puzzle, la que une todas las demás. Ahora mis ilusiones son cosas como ver tu llamada perdida al despertarme, o darte un beso de buenas noches. Tú eres mi ilusión. Mi vida está completa.

Este último año han ocurrido muchas cosas importantes en nuestras vidas. Hemos terminado la carrera y hemos hecho el proyecto. Recuerdo las malas tardes que pasaste los días antes de entregarlo y cómo te intentaba ayudar para hacerte sentir mejor, aunque al final casi nunca te servía de ayuda. Todo eso pasó y ya tenemos un título y estamos trabajando. Los dos nos hemos cambiado de ciudad y ahora estamos más cerca que nunca, lo que es la vida. ¿Recuerdas el mes que estuviste viviendo en mi piso mientras buscabas uno propio? Fue una locura, pero fue increíble acostarme cada día a tu lado, o volver del trabajo y saber que estabas ahí esperándome. Nuestra relación ha pasado por muchas fases en estos dos años. Sinceramente, no sabría decir cuál me gustó más. Los primeros meses en los que no queríamos más que besarnos y mirarnos a los ojos con cara de tontos, nuestra época de estar varios días separados hablando por teléfono echándonos tanto de menos, nuestras pequeñas escapadas a esquiar o hacer un poco de turismo, o ahora, cuando nuestra relación es tan fuerte que te has convertido en mi principal apoyo y confidente. Hay una cosa que no ha cambiado. Sigues siendo la primera persona en la que pienso al despertar, y la última que pasa por mi cabeza por las noches antes de dormirme. En cuanto me pasa algo gracioso o extraño, eres la primera persona a la que quiero contárselo. No creo que eso cambie nunca. Por todo esto, por todas estas páginas, tengo ilusión. Ilusión también por saber que esto es sólo el principio y que nos quedan mil cosas por vivir. Por todo esto soy feliz.

- EPÍLOGO -

Tarde fría de domingo. Abro los ojos y me encuentro con el techo de mi habitación. Tumbado en la cama, aún algo dormido por la siesta, veo las nubes grises que empiezan a oscurecer el día. Se trata de uno de esos típicos domingos aburridos, pero esos pequeños momentos siempre me han gustado. Allí, yo sólo con mis memorias. Boca arriba se ve todo con otra perspectiva.

Empiezo a pensar en diferentes cosas, la mayoría de ellas absurdas, temas entrelazados. Mi mente se centra en ti, y como cada vez que eso sucede, una sonrisa se dibuja en mi cara. Tranquilamente, me pongo a recordar nuestros mejores momentos, los grandes éxitos. Nuestra primera conversación, cómo fuimos conociéndonos, mi pelea interna mientras te iba queriendo más y más, nuestro primer beso, la primera noche juntos, nuestros viajes, noches, cenas, risas, películas…hasta hoy. Sinceramente, me parece la mejor historia que he imaginado en mi vida. De pronto siento miedo. Se me ocurre pensar que cuando pase el tiempo, puede que dentro de años, muchos años quizá, todos estos pensamientos, todos nuestros pequeños detalles se pierdan en el olvido. Pienso que merece la pena que nuestra historia sobreviva al tiempo como las épicas batallas.

¿Y por qué no? Saltando de la cama cojo un papel, un bolígrafo, y me pongo a escribir algunos de esos momentos que antes he recreado en mi memoria. Improvisando todo empiezo a recrear nuestro mundo de la mejor manera que puedo. Mi mano es la que escribe, mi corazón le dicta las palabras. Meses después, este es el resultado. Espero que nunca olvides lo que guardan estas páginas, yo nunca lo haré. Lo prometo.

Parte 1

Como muchos de vosotros ya sabeis, el romance cuyo comienzo conté en este post, murió, cayó por su propio peso. Fue el octubre pasado, tras dos años y medio de bonita relación. No pudo ser. Se acumularon ciertos problemas que hicieron la relación cada vez más dificil, y lo mejor era terminar. Fue de mutuo acuerdo y sin peleas, gracias a Dios. Si os digo la verdad, el luto me duró muy poco, mucho menos de lo que me esperaba, puesto que era una persona a la que había llegado a querer más que a mi mismo. Creo que desde navidades no he vuelto a hablar con ella, y aunque de pena, se que queda poco para que empiece a olvidarla, su cara, su voz, su persona en definitiva. Asi es la vida, para bien y para mal.

Después de todo aquello, cité al gran Fito para ser más fuerte en un futuro, admitiendo que "he aprendido a derrapar y a chocar con la pared", y jurándome que "no volveré a quererla tanto, y no volveré a dejarla de querer". Es inutil, estas cosas no se pueden controlar, y como os cuento en la "parte 2", vuelvo a empezar de cero.

Parte 2

La vida, el destino, o como querais llamarlo, puede ser muy juguetón, e increiblemente irónico. Apenas dos meses después de la ruptura, volvió a mi vida un viejo personaje casi olvidado. El amor platónico. La chica del instituto a la que tantas veces has deseado invitar a tomar algo y a la que incluso te impone decirle un "hola". Años atrás yo era un chico increiblemente tímido con las chicas. Físicamente, esa chica era perfecta a mi modo de ver. Vivía dos edificios al lado del mío, pero jamás me atreví a contactar seriamente con ella. Ha pasado el tiempo, y yo ahora vivo en Madrid, mientras que ella sigue viviendo en Getxo, a los mismos dos edificios de distancia del piso de mis padres.

Cierta madrugada de un frío viernes, me la encontré por casualidad en el Facebook. Siempre me quedó esa espinita clavada con ella, por lo que decidí entablar conversación vía chat, por puro morbo, simple divertimento...

Desde ese día han pasado ya cerca de cuatro meses, y no hemos parado de hablar a través de Internet. Resulta que es una mujer tremendamente sencilla, simpática y buena. Tenemos muchisimas cosas en común. A veces se idealiza tanto a una persona que te da miedo buscar en su fondo. No miento si digo que ella ha sido mi mejor sorpresa de los últimos meses. Desde entonces, cada vez que vuelvo a mi tierra a pasar el fin de semana, quedamos, aunque sea unos minutos a pasear al perro. La confianza entre nosotros cada vez es mayor. Hace tres semanas me preguntó que cuando volvía, que iba a intentar cuadrar sus horarios (trabaja de recepcionista) para que pudieramos coincidir un sábado por la noche. Y me direis que todo pinta bien, no? Bueno, pues he vuelto a caer. Como no, ella tiene novio. Me siento como si hubiera retrocedido en el tiempo 3 años. Los mismos sentimientos, las mismas emociones, los mismos altibajos de moral.

El novio es increiblemente celoso, y ella misma me dice a veces que está un poco harta de él. Ayer sábado por la noche, por fin, quedamos. No a solas, ya que ella iba con amigos y yo tambien. Estuvimos horas y horas juntos. Hablando, riendonos, bebiendo...Al terminar la noche nos fuimos juntos a casa, ya que somos vecinos. No se si la noche fue un éxito o no. No se como sentirme, la verdad. Sólo se que esta tarde me vuelvo a Madrid y que no se cuando la volveré a ver. Sólo me queda, una vez más, Internet. Eso, y la paciencia.

Vuelvo a estar en guerra. Otra vez me toca ser fuerte, paciente y reflexivo. Yo no quería esto, pero asi es la vida, y así soy yo. La última vez salió bien, pero no siempre será asi. De nuevo me siento en una guerra que no se si puedo ganar, y lo odio. Joder como lo odio! Lo único que se es que la última vez mereció la pena, gané los dos años y medio más bonitos de mi vida. Aunque sólo sea por eso, necesito intentarlo. Y creedme, cargo de nuevo con todas mis fuerzas, a por todas.

Salgo de casa mochila al hombro y acudo a la misma esquina de todos los días, donde me espera mi pequeño y desaliñado amigo de toda la vida. Mientras caminamos nos vamos encontrando con gente, algunas de esas caras familiares, otras incluso amigas. Llegamos a nuestro destino comentando el partido de anoche. Subimos unas escaleras y al atravesar la pequeña puerta, dejamos nuestras bolsas.
Siempre llegabamos pronto, por lo que salimos de nuevo al pasillo interior a esperar a los más rezagados, incluído el profesor de primera hora. Con los ojos cubiertos por las últimas legañas vamos saludando a los compañeros, hasta que aparece ella. Siempre tan altiva, tan sonriente, tan perfecta. En ese momento se hace un silencio en mi corrillo para admirar tan poderoso monumento. Mientras le miramos el culo de reojo, no puedo evitar pensar que ella es consciente de que la miramos, aunque disimule. En mis días más valientes me atrevo a mirarla a los ojos y saludarla con un ahogado "hola", mientras la veo pasar de largo y meterse en su clase.

Cinco segundos, y ya. Cada día, tras esos cinco segundos, me meto en clase pensando que es la chica más bonita que había visto, y que debería decirle algo algún día. Después de todo, vive a dos manzanas de mi casa. Como si fuera tan fácil. Quizá sea porque es una año mayor que yo, e incluso proque aparenta bastantes más. Puede que sea su mirada confiada y penetrante.

Así un día tras otro, un año tras otro. Nunca le dije nada. Fuimos creciendo y cada uno cogió un camino. Dicen que todo el mundo tiene a alguien que nunca olvida, que le ha dejado una marca tan poderosa que jamás cierra del todo. El amor platónico de la infancia. Mi vida siguió y nada más supe de ella. Incluso llegué a pensar que no volvería a verla. No me daba pena, a fin de cuentas se trataba de una persona con la que nunca había mantenido más de dos minutos de conversación. Como pequeño secreto, he de decir que de vez en cuando pensaba en ella. Me preguntaba qué sería de su vida. Me la imaginaba teniendo éxito, con algún novio alto, guapo y con dinero. Siempre fue una chica de "se mira pero no se toca", o eso pensaba yo. Eso pensaba yo hasta cierta noche aburrida de un viernes de noviembre de 2009, donde el instante más insignificante se convirtió en una muy agradable sorpresa...

Me prometí que un día lo leería entero. Me ha gustado mucho el post, y me has sacado más de una sonrisa, al pensar que pequeñas historias que nos suceden son únicas, pero que se repiten con miles de individuos.
Espero que te animes a continuar el post, y sabremos que paso el noviembre del 2009

Una pregunta, siempre leyendo uno inenta dar más rasgos al personajes de los que realmente el autor te facilita, eres de ciencias o de letras?

calvin_k15 escribió:Me prometí que un día lo leería entero. Me ha gustado mucho el post, y me has sacado más de una sonrisa, al pensar que pequeñas historias que nos suceden son únicas, pero que se repiten con miles de individuos.
Espero que te animes a continuar el post, y sabremos que paso el noviembre del 2009

Una pregunta, siempre leyendo uno inenta dar más rasgos al personajes de los que realmente el autor te facilita, eres de ciencias o de letras?

Muchas gracias!

Soy de ciencias, trabajo en una ingeniería en Madrid.

Pues lo que pasó a partir de noviembre de 2009....es largo de contar, aunque realmente no ha pasado nada importante. Digamos que estamos muy en contacto, hablamos prácticamente a diario, y cuando subo a pasar el finde a casa de mis padres, solemos quedar. Ella, aunque tiene novio, se queja muchisimo de el, y el otro día le pregunté si estaba agusto con el. Por lo que me respondió (me dijo que SABÍA que no era el hombre de su vida), se que le dejará tarde o temprano. El problema que veo es que creo que estoy metido de lleno en la zona de los amigos...

oldfield escribió:

calvin_k15 escribió:Me prometí que un día lo leería entero. Me ha gustado mucho el post, y me has sacado más de una sonrisa, al pensar que pequeñas historias que nos suceden son únicas, pero que se repiten con miles de individuos.
Espero que te animes a continuar el post, y sabremos que paso el noviembre del 2009

Una pregunta, siempre leyendo uno inenta dar más rasgos al personajes de los que realmente el autor te facilita, eres de ciencias o de letras?

Muchas gracias!

Soy de ciencias, trabajo en una ingeniería en Madrid.

Pues lo que pasó a partir de noviembre de 2009....es largo de contar, aunque realmente no ha pasado nada importante. Digamos que estamos muy en contacto, hablamos prácticamente a diario, y cuando subo a pasar el finde a casa de mis padres, solemos quedar. Ella, aunque tiene novio, se queja muchisimo de el, y el otro día le pregunté si estaba agusto con el. Por lo que me respondió (me dijo que SABÍA que no era el hombre de su vida), se que le dejará tarde o temprano. El problema que veo es que creo que estoy metido de lleno en la zona de los amigos...

No se porqué pero te hacia ingeniero, es algo extraño, supongo que por la forma de dar los detalles y las descripciones.
De la zona amigos a veces se puede llegar a salir, porqué al final que es un novia/mujer, o que debería ser, más que una gran amiga con derecho a cama. Al menos yo lo veo así. Si antes no perdiste la esperanza porqué ahora.

calvin_k15 escribió:

oldfield escribió:

calvin_k15 escribió:Me prometí que un día lo leería entero. Me ha gustado mucho el post, y me has sacado más de una sonrisa, al pensar que pequeñas historias que nos suceden son únicas, pero que se repiten con miles de individuos.
Espero que te animes a continuar el post, y sabremos que paso el noviembre del 2009

Una pregunta, siempre leyendo uno inenta dar más rasgos al personajes de los que realmente el autor te facilita, eres de ciencias o de letras?

Muchas gracias!

Soy de ciencias, trabajo en una ingeniería en Madrid.

Pues lo que pasó a partir de noviembre de 2009....es largo de contar, aunque realmente no ha pasado nada importante. Digamos que estamos muy en contacto, hablamos prácticamente a diario, y cuando subo a pasar el finde a casa de mis padres, solemos quedar. Ella, aunque tiene novio, se queja muchisimo de el, y el otro día le pregunté si estaba agusto con el. Por lo que me respondió (me dijo que SABÍA que no era el hombre de su vida), se que le dejará tarde o temprano. El problema que veo es que creo que estoy metido de lleno en la zona de los amigos...

No se porqué pero te hacia ingeniero, es algo extraño, supongo que por la forma de dar los detalles y las descripciones.
De la zona amigos a veces se puede llegar a salir, porqué al final que es un novia/mujer, o que debería ser, más que una gran amiga con derecho a cama. Al menos yo lo veo así. Si antes no perdiste la esperanza porqué ahora.

No, la esperanza no la voy a perder, pero voy a tomarmelo con calma, sin llegar a obsesionarme.

Muchas gracias por los animos de todas formas

Nada mas que decirte amigo, ya sabes donde estoy si me necesitas

Pon un delantero en la cancha, juegatela.

Sale Arbeloa, entra Benzema y pasas a jugar con un 3 4 3.

Mucha suerte en tu cruzada!!!
Si quieres seguir relatando nosotros estaremos encantado de leerte.
Mucho animo y esperemos que salgas victorioso de esta cruzda.

Pues muchas gracias chavales!

Ya os iré contando novedades por aqui. De momento, conversaciones por el Facebook, que molan si, pero no es plan de redactarlas aqui

Eugenio, aun estamos en la primera parte. Empecé el partido marcando pero me han empatado. En la segunda parte, cuando se lesione su mejor jugador que está tocado (cuando deje al novio), sacaré a Benzema y atacaré con todos, como en las grandes citas europeas

oldfield escribió:Pues muchas gracias chavales!

Ya os iré contando novedades por aqui. De momento, conversaciones por el Facebook, que molan si, pero no es plan de redactarlas aqui

Eugenio, aun estamos en la primera parte. Empecé el partido marcando pero me han empatado. En la segunda parte, cuando se lesione su mejor jugador que está tocado (cuando deje al novio), sacaré a Benzema y atacaré con todos, como en las grandes citas europeas

Ojo con Benzema que no respeta ni a las novias de los amigos (Ribery)

Pero sin amor,

Un saludo, ánimo

No puedes esperar a que el arbitro expulse a un jugador rival para atacarle, si el rival esta amonestado ponele a un encarador para provocar la segunda amarilla. Traducido, pues di indirectas, invitala a Madrid y haz un ensayo de lo que toca el gran dia, tantea el terreno, estas enamorado y cuando estas enamorado hay que poner gente en punta, los goles no se meten si uno no ataca y en el amor no tienes la novia que deseas sino lo intentas.

Valentia, arrojo, que por lo menos el equipo si pierde lo haya dejado todo en la cancha. Si le da por darle bola al novio actual te garantizo que te la querras cortar con una navaja oxidada y eso si es lo peor que te pasara porque no solo no vendra sino que no lo habras intentado.